Cuando ingresé en desintoxicación pensé que con el disulfiram (más conocido por su nombre comercial Antabus) y cuatro terapias de grupo dejaría de consumir. Pero, por supuesto, esta movida que sufrimos algunos va muchos más allá de la química del cerebro.
Todo lo que vivimos antes, durante y después de experimentar el trastorno de adicción está profundamente influenciado por nuestro entorno social y nuestro mundo emocional.
Dicen que la adicción se refuerza en contextos de aislamiento, pobreza y falta de apoyo emocional. Sin embargo, yo no viví ninguna de esas realidades. Quizá sí hubo falta de apoyo emocional, básicamente porque en esa época no sabíamos que una niña podía ser en realidad un niño.
No es difícil imaginar (o quizá sí) lo que llega a vivir un chavalito interpretando el papel de niña obediente desde los 3 años (antes no tengo recuerdos) hasta los 14 cuando descubre que el alcohol le quita la angustia y las ganas de tirarse desde el tejado.
(¿Puede añadir una persona trans “el aislamiento” a las papeletas para desarrollar una adicción? Parece que sí).
Siempre se habla del riesgo que suponen la presión social y las expectativas a la hora de abordar las recaídas. O de la importancia de desarrollar herramientas para enfrentar el estrés y la ansiedad cuando uno ha dejado de consumir y debe volver a su entorno. Pero, ¿por qué nos olvidamos de esa misma presión y esas malditas expectativas sociales cuando estamos creciendo? ¿Qué hay de las herramientas que necesitamos cuando el mundo nos mutila para esculpir lo que se supone que debemos ser?
Muchas madres me preguntan qué pueden hacer para evitar que sus hijos consuman.
Nada. No podéis hacer nada.
Lo único que sí podéis es conseguir que las sustancias o las conductas no se conviertan en una forma de escapar del dolor. Pero para eso hay que estar muy presente en la vida emocional de los hijos, hay que identificar lo que les está pasando, y eso muchas veces es prácticamente imposible porque el mundo cambia a mucha velocidad, y lo que les ocurre hoy a los niños no es lo que os ocurría a vosotras o a nosotros.
(Hablo con la osadía de alguien que no tiene hijos).
Llevo más de 10 años leyendo todo lo que cae en mis manos sobre adicción y, sin embargo, he tenido que crear un sello editorial para conseguir responder a algunas preguntas clave.
Judith Grisel, autora de Insaciable, la última novedad de la editorial, es neurocientífica y adicta recuperada. Un referente dentro de la comunidad científica capaz de desgranar todas las respuestas que necesitamos para entender qué diablos es esto.
Aquí tienes su libro.
Estoy súper emocionado por haber podido publicarlo en España. Espero que lo disfrutes tanto como yo.
Un abrazo,
Oihan
PD1: Los jueves envío un email a los profesionales con la posibilidad de acceder a mis apuntes personales al comprar el libro. Son apuntes donde destaco lo más importante de cada capítulo para que podáis aplicarlo en vuestros trabajos.
PD2: A continuación, te dejo algunas de las dudas que he logrado resolver gracias a este libro.
Vale, el cerebro es clave en la adicción, pero ¿hasta qué punto debemos centrarnos exclusivamente en la neurociencia en lugar de abordar también los factores sociales y psicológicos? (cap. 1)
¿Puede mi cerebro revertir los cambios que provocó el consumo de drogas? ¿Cuáles son las mejores estrategias para ayudar(me) con esa recuperación? (cap. 2)
Dicen que no hay drogas duras y blandas, entonces ¿qué diferencia hay entre drogas legales como el alcohol y el tabaco y drogas ilegales como la cocaína o la heroína? (cap. 2)
¿Me quedaron secuelas después de los años de consumo de cannabis? (cap. 3)
Está claro que la crisis de los opiáceos ha sido prmovida en gran parte por la industria farmacéutica. ¿Hasta qué punto la regulación actual es suficiente para evitar futuras epidemias similares? (cap. 4)
Si el alcohol afecta tantas áreas del cerebro, ¿por qué su impacto en la adicción parece menos grave que el de drogas como la cocaína o la heroína? (cap. 5)
¿Por qué el alcohol es la única droga cuyo consumo problemático se asocia con la pérdida de control, pero su consumo moderado sigue siendo socialmente aceptado y aplaudido? (cap. 5)
Si la ansiedad y el insomnio han existido siempre, ¿por qué en la sociedad actual se prescribe tal cantidad de tranquilizantes? (cap. 6)
Si la cafeína y la nicotina son adictivas y afectan la salud, ¿por qué siguen siendo socialmente aceptadas mientras que la cocaína y las anfetaminas son ilegalizadas? (cap. 7)
¿Hasta qué punto el uso de estimulantes como el Ritalin y el Adderall en personas sin TDAH puede considerarse seguro o éticamente aceptable? (cap. 7)
Si los psicodélicos no generan adicción, ¿por qué han sido tan perseguidos y regulados a lo largo de la historia? (cap. 8)
¿Hasta qué punto la reapertura de estudios científicos sobre el LSD y la psilocibina puede cambiar el paradigma del tratamiento de trastornos como la depresión y la ansiedad? (cap. 8)
¿Por qué las drogas de "diseño" como el Spice o las sales de baño pueden venderse legalmente durante años antes de ser reguladas, a pesar de sus efectos peligrosos? (cap. 9)
Si la adolescencia es un período crítico para el desarrollo de la adicción, ¿qué medidas deberíamos implementar para evitar el consumo en edades tempranas? (cap. 10)
¿Cómo pueden las políticas públicas mejorar el acceso a programas de reducción de daños sin fomentar el consumo de drogas? (cap. 11)
¿Por qué los tratamientos médicos por sí solos no son suficientes para solucionar la adicción y qué papel juega el entorno social en la recuperación? (cap. 11)
FELICIDADES Oihan por conseguir editar un nuevo libro. Tiene una pinta tan interesante que me lo he comprado de la misma.
Las preguntas que planteas son una auténtica bomba y estoy deseando sumergirme de lleno en la lectura.
Así que nada de Plutón. Mejor en quedarse en Tierra y a darle duro al activismo que el enemigo es más grande que Goliat!!!
Adelante con la caballería!
Un abrazo enorme.