El pasado sábado 9 de marzo me reencontré con mis compañeros de ingreso después de más de 15 años. Quedamos para comer cerca de Vic, un pueblo de Cataluña, y durante la comida descubrí algo en lo que nunca me había parado a pensar por lo doloroso que me resultaba.
Algunos nos habíamos perdido la pista y todos habíamos experimentado cambios. El mío, sin duda, el más radical.
Cuando ingresé en desintoxicación, formé parte de un grupo de terapia en el que las personas pertenecían a “la gran mayoría”. Para mí, “la gran mayoría” es aquella que cuenta con algunas ventajas porque sus circunstancias pasan desapercibidas puesto que son similares a las de los demás.
Por ejemplo, ser blanco en un país de blancos. O ser heterosexual y dedicarte a la construcción. O ser calvo siendo hombre. Las minorías, en estos casos, serían las personas racializadas en un país de blancos, un homosexual trabajando en la obra o una mujer calva en la sociedad en general.
Estaremos de acuerdo en que estos perfiles van a destacar en sus distintos contextos.
Bien.
En mi terapia, la mayoría eran hombres heterosexuales, con un nivel cultural y social medio, casados o divorciados y con hijos.
Cualquiera de nosotros es capaz de acercarse a imaginar las circunstancias vitales de estas personas. Sin embargo, ¿te atreverías a asumir las de un hombre de 60 años homosexual que ha simulado una vida convencional, con mujer e hijos, por el miedo al qué dirán? ¿Y las de una mujer que de niña sufrió abusos por parte de su tío para después casarse con un hombre que le ha pegado y violado durante 20 años?
Lo único que se parece entre las tres personas que acabo de mencionar (hombre heterosexual, hombre homosexual y mujer) es que todos han utilizado la droga hasta desarrollar una adicción.
¿Puede un cardiólogo tratar una afección de corazón sin conocer el historial del paciente? ¿Sin saber cuáles son sus hábitos, antecedentes y otros factores de riesgo?
Entonces, ¿por qué en mi grupo de terapia no se tuvieron en cuenta las distintas circunstancias de todos los que estábamos allí? ¿Por qué nos quedamos a oscuras los que no pertenecíamos a “la gran mayoría”?
Y lo que es, para mí, más grave ¿por qué después de 20 años se sigue abordando la adicción de forma tan mediocre e irresponsable?
Si yo soy un tío gay y una de las cosas que más miedo me da —y, por lo tanto, más dispara mis ganas de consumir— es que se me note la pluma porque nadie en mi entorno sabe sobre mi realidad, ¿cómo voy a decirlo en una terapia que reproduce lo que vivo en la calle?
¿Y si soy una mujer que ha recibido violencia por parte de su pareja? ¿Cómo voy a expresarlo en un grupo de terapia donde hay hombres que han ejercido la misma violencia sobre sus parejas?
A día de hoy, todavía no me explico cómo logré no consumir durante los primeros años. Estando con mis compañeros el otro día me di cuenta de que jamás hablé de nada de lo que vivía. Nunca expresé mis verdaderos miedos en terapia. Tampoco los expresé en consulta con un profesional porque en esa época no existía esa posibilidad. Todo pasaba por el grupo.
Pasados los tres años desde la desintoxicación, empezó mi verdadero proceso. Tuve que pasar por varios psicólogos hasta que una psiquiatra y amiga me salvó la vida.
Esta entrevista la traigo con la esperanza de que los profesionales de las adicciones tomen nota del trabajo que hace Mónica Jiménez, directora de GenA. Yo, personalmente, he hablado desde mi verdad más íntima para visibilizar las carencias de algunos programas.
Creo que es muy urgente dar un toque de atención y que los distintos centros empecéis a colaborar y aprender de los modelos que sí cubren las necesidades de todos y todas las pacientes.
Un abrazo,
Oihan
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Brutal. Gracias por todo lo que haces. Compartir tus experiencias y aprendizajes, tus miedos...No te imaginas lo que aportas, enseñas y remueves. Ya te lo dije una vez, te lo repito, eres faro.
Hoy he leído esta frase:
"Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano" Martin Luther King.
Yo soy una persona a la que has ayudado.
Gracias Oihan.
Un abrazo fuerte.
Estimado Oihan. Te voy leyendo siempre que puedo aunque no te diga nada. Casi siempre me parecen muy interesantes y sugestivos tus textos, hoy no obstante no he podido pasar de escribirte estas líneas para felicitarte. Estoy muy de acuerdo con lo que propones. Un fuerte abrazo.
Pilar Orgillés