Acabo de comprarle una pulsera a una mujer de mi edad. Una yonki de antaño. Quizá usuaria de alguna narcosala.
Se ha acercado a mi mesa mientras me comía un chupe de langostinos. Me encanta la comida peruana y me he dado de morros con un menú divino en Vallecas.
Además —y esto es una confesión que me va a dejar a la altura del betún— me gusta estar rodeado de peruanos porque mis 169 cm de altura son la norma. Cada uno tenemos lo nuestro y lo mío es el complejo de altura (si te he ofendido puedes tírarme hate, que dirían mis sobrinos).
Soy —como a veces se oye por ahí— “un puto enano”. Pronto también calvo.
Antes era peor: antes era un puto enano yonki.
—¿Qué te ha enseñado el dolor? —me ha preguntado la actriz Mar Abascal hace un rato en su podcast No drama please.
No he necesitado pensar demasiado: el dolor me ha enseñado a amar muchísimo mejor. ¿O pensabas que no se puede amar fatal? Pues sí, hay gente que saca matrícula en eso.
—Siento más compasión que hace diez años —le he contestado a Mar—. Evito juzgar a los demás con todas mis fuerzas y, a veces, lo consigo. Diría que ahora quiero mucho mejor.
Hay personas que a lo largo de estos últimos ocho años me han dicho: “No entiendo lo que has decidido pero lo respeto”.
(Consejo gratuito: no le digas nunca algo así a alguien que simplemente trata de sobrevivir).
Yo no entiendo que muchas mujeres se pongan uñas de gel o que el último grito entre los hombres de mi edad sea hacerse un lifting de escroto. Y, la verdad, no me supone ningún conflicto entenderlo o no, ni creo que ellos esperen de mí nada que no sea abstenerme de dar mi opinión.
(Digo yo).
A la yonki que me ha vendido y puesto la pulsera en la muñeca izquierda, tampoco le sirve de nada que digamos que la respetamos si no somos capaces ni de mirarla a los ojos. Lo que supongo que espera es que le demos los buenos días como hace ella y que le sonriamos para contestar a su sonrisa. En definitiva, que no seamos unos cretinos.
Pero qué complicado es liberarnos de nuestros asquerosos prejuicios. ¿De verdad hay que estar en la piel de los demás para ser una persona decente?
Algunas veces pienso que lo mejor que nos podría pasar es despertarnos cada día en una vida distinta: que una mañana fuéramos un marroquí sin pasta recién llegado a España, otra un hombre trans con barba y pecho, la siguiente una veinteañera con acondroplasia y otra esta yonki que vende pulseras en la calle… ¿Te imaginas sobrevivir un día entero con alguna de estas condiciones?
Los privilegios nos hacen peores, lo tengo clarísimo.
En fin…
Como eso es imposible, te propongo que leas historias de personas distintas a ti. Personas que piensan lo contrario, que experimentan la vida de maneras que te parecen cuestionables… y que luego le des una vuelta.
Aquí hacemos libros que pueden ayudarte con eso.
Un abrazo,
Oihan
PD1: La entrevista de Mar Abascal tardará, pero aquí te dejo una que me hizo Fran Carrazedo en su programa Cómo te odio septiembre. Escucharla puede que te ayude a contestar a la siguiente pregunta.
PD2: Es ANÓNIMA (y políticamente incorrecta, como lo de la estatura de los peruanos).
como se nota que lo del yonki lo hemos vivivido... bien en nosotros mismos, bien en gente muy cercana ( mi caso)
La veinteañera con acondroplasia, solo porque hay que elegir y por una cuestión porcentual (opino que, a menor “habitualidad”, mayor estigma). Pero vamos, que menudo ascazo de encuesta 😉